sábado, 9 de enero de 2016

"Es preciso que él crezca y que yo disminuya".

EVANGELIO DE SAN JUAN CAPITULO 3, 22-30

Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salín, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.
Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, a Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió:
«Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo. «Vosotros mismos me sois testigos de que dije: `Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.' El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya.

REFLEXIÓN:


Si hay algo que, los cristianos sabemos es que, evangelizamos para honra y gloria de nuestro Señor Jesús. Es la enseñanza de Juan El Bautista, a su vida de ayuno y oración, unió el del anuncio de Jesús, precursor de Jesús en su historia personal y en la historial universal. ¿Para cuantos nosotros seremos como ese San Juan Bautista que prepara el camino en el corazón del projimo? para que una vez encendida la llama, no se apague nunca en sus corazones.

Pero hemos de cuidarnos de no caer en la tentación de caer en los respetos humanos, o por respetos humanos a fin de hacer crecer nuestro ego por la fe que profesamos. Dios nos libre de eso y siempre nos digamos para nuestro interior: Ayúdame a ser un siervo fiel que solo está aquí para servir.
Es lo que quiso enseñar San Juan Bautista: "Es preciso que él crezca y que yo disminuya".


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