jueves, 29 de octubre de 2015

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido

Evangelio de hoy San Lucas (13, 31-35):

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.» 
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor."»

REFLEXIÓN: PAPA FRANCISCO DESDE SANTA MARTA

"Dios solo puede amar, no condena, el amor es su debilidad y nuestra victoria: esto, en resumen, es lo que dijo el Papa Francisco en la misa de la mañana celebrada este jueves 29 de octubre en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Nuestra victoria es el amor inexplicable de Dios
En la primera lectura, san Pablo explica que los cristianos son vencedores porque “si Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros?”. Si Dios nos salva, ¿Quién nos condenará?
Parece, dijo el Papa Francisco, que “la fuerza de esta seguridad de vencedores”, este don, el cristiano “lo tenga en sus manos, como un propiedad”. Casi como si los cristianos pudieran decir de forma “triunfalista”: ¡Somos campeones!”.
Pero el sentido es otro -explicó-: nosotros somos los vencedores “no porque tengamos este don en la mano, sino por algo distinto”. Es otra cosa “la que nos hace vencer”: el hecho de que nada “podrá nunca separarnos del amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor”.
“No es que nosotros venzamos a nuestros enemigos, sobre el pecado ¡No! Nosotros estamos tan ligados al amor de Dios, que nadie, ninguna potencia, nada nos podrá separar de este amor. Pablo ha visto, en el don, ha visto aún más, el que nos da el don: el don de la re-creación, es el don de la regeneración en Cristo Jesús. Ha visto el amor de Dios. Un amor que no se puede explicar”.
La impotencia de Dios es su incapacidad de NO amar
“Cada hombre y cada mujer -añadió el Papa- puede rechazar el don”, preferir su vanidad, su orgullo, su pecado. “Pero el don está”: “el don es el amor de Dios, un Dios que no se puede separar de nosotros. Esa es la impotencia de Dios”.
“Nosotros podemos decir: ‘Dios es poderoso, lo puede todo. Menos una cosa: separarse de su criatura. En el Evangelio, esa imagen de Jesús que llora por Jerusalén, nos hace entender algo este amor. ¡Jesús ha llorado! Llora por Jerusalén y en ese llanto está toda la impotencia de Dios: su incapacidad de no amar, de no separarse de nosotros”.
Nuestra seguridad: Dios no condena. Solo puede amar
Jesús llora por Jerusalén que mata a sus profetas, los que anuncian su salvación. Y Dios le dice a Jerusalén y a todos nosotros: “¡Cuántas veces he querido recoger a tus hijos como una clueca a sus pollitos bajo las alas y no habéis querido!”. Es una “imagen de ternura”, prosiguió el Papa en su homilía.
“¡Cuántas veces he querido haceros sentir esta ternura, este amor, como la clueca con sus pollitos y me habéis rechazado!”. Por esto, afirmó el Papa, san Pablo entiende y “puede decir que está convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni la potencia, ni la altura, ni la profundidad, nadie nos podrá separar nunca del amor de Dios”:
“Dios no puede NO amar. Esta es nuestra seguridad. Yo puedo rechazar este amor, puedo rechazarlo como el buen ladrón hizo hasta el fin de sus días. Pero en ese momento también lo esperaba el amor. El más malo, blasfemo es amado por Dios con una ternura de Padre, de papá”, aseguró Francisco.
“Es como dice Pablo, como dice el Evangelio, como dice Jesús: ‘Como una clueca con sus polluelos’. Y Dios el poderoso, el creador, puede hacerlo todo: ¡Dios llora! Y en ese llanto de Jesús por Jerusalén, en esas lágrimas, está todo el amor de Dios. Dios llora por mí, cuando me alejo. Dios llora por cada uno de nosotros. Dios llora por los malvados, que hacen tantas cosas malas, tanto mal a la humanidad… Espera, no condena, llora ¿Por qué? Porque ama."

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