lunes, 19 de octubre de 2015

«Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes»

Evangelio (Lc 12,13-21): "En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi
hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».


REFLEXIÓN:

PAPA FRANCISCO: JESÚS NO ESTABA EN CONTRA DE LA RIQUEZA SINO DE LA CODICIA

Jesús no condena la riqueza pero sí el apego a estas que divide a la familia y provoca las guerras: es lo que ha dicho Papa Francisco en la Misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
“El apego a las riquezas es una idolatría”, Papa Francisco recuerda que no es posible “servir a dos señores: o se sirve a Dios o a las riquezas. Jesús “no está contra las riquezas en sí mismas”, pero advierte sobre poner la propia seguridad en el dinero, que puede hacer de la “religión una agencia de seguros”. Además el apego a la riqueza divide, como dice el Evangelio que habla de “dos hermanos que pelean por una herencia”.
“Pensemos en cuántas familias conocemos que han peleado y pelean, no se saluda, se odian, por una herencia. Y este es uno de esos casos. El dinero es más importante que el amor a la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de los padres. Y esto destruye. También las guerras, las guerras que hoy vemos. Puede haber un ideal, pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de los que se benefician de las guerras”.
“Y esta es una familia, pero todos, estoy seguro, todos conocemos al menos una familia que se ha dividido por esto. Jesús es muy claro: ‘Tened cuidado y permaneced lejos de toda codicia: es peligroso’. La codicia. Porque te da esta seguridad que no es verdadera y te lleva a rezar (tú puedes rezar, ir a la Iglesia), pero también tener el corazón pegado, y al final termina mal”.
Un empresario rico que no comparte las riquezas con sus empleados
Jesús relata la parábola de un hombre rico, “un empresario exitoso”, cuyos “campos habían dado una cosecha abundante” y “tenía muchas riquezas”…
“…en vez de pensar: ‘Compartiré esto con mis empleados, con mis dependientes, para que ellos tengan un poco más que dar a sus familias’ piensa para sí: ‘¿Qué haré? Porque no tengo donde almacenar mis cosechas? ¡Ah! Ya está, derruiré mis graneros y construiré otros más grandes’. Siempre más. La sed del apego a las riquezas no termina nunca. Si tienes el corazón adherido a las riquezas, cuando tienes muchas, siempre quieres más. Este es el dios de la persona que vive pegada a las riquezas”.
El camino de la salvación, afirma el Papa, es el de las Bienaventuranzas: ‘la primera es la pobreza del espíritu’, es decir no estar adherido a las riquezas que, si se poseen, son para el servicio a los demás, para compartir, para ayudar a mucha gente”. Y el signo de que nosotros no “estamos en este pecado de idolatría” es dar limosna, y dar “a los necesitados”, y dar no solo lo que nos sobra sino también aquello que supone “alguna privación” porque quizás es “bueno para mí”. “Esto es un buen signo, esto significa que es más grande el amor a Dios que la adhesión a las riquezas”. Por tanto hay tres preguntas que podemos hacernos:
“Primera pregunta: ‘¿doy?’, segunda: ‘¿Cuánto doy?’. Tercera pregunta: ‘¿Cómo doy?’. ‘Pero padre, ¿qué quiere decir usted con esto?’. Cuando ayudas a una persona ¿la miras a los ojos? ¿le tocas la mano? Es la carne de Cristo, es tu hermano o tu hermana. Y tú, en ese momento, eres como el Padre que no deja que le falte el alimento a los pájaros del Cielo. Con cuanto amor da el Padre. Pidamos al Señor la gracia de mirarle, tan rico en su amor y en su generosidad y en su misericordia. Y pidámosle la gracia de ayudar a los demás con el ejercicio de la limosna pero como Él lo hace. ‘Pero padre, Él no se privó de nada…’ Jesucristo, siendo igual a Dios, se privó de esto, se abajó, se humilló y también Él se privó”.

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