martes, 1 de septiembre de 2015

"Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen».

Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y
los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.


REFLEXIÓN:

El pecado mortal, grave, y la injuria es unión común con el mal, con lo que está mal, que no sólo es ausencia de bien.
Al pecar llenamos el alma que es nuestra energía vital, de cuestiones negativas donde el mal es tendiente a mayor mal y expulsamos la gracia de Dios. 

La confesión por tanto es ya un exorcismo ( exorcismo: es la acción sobrenatural de expulsión, realizada contra una fuerza maligna, utilizando un método religioso para expulsar, sacar o apartar a dicho ente de la persona u objeto que se encuentra poseído por la entidad maligna quien somete y controla al poseído), es la expulsión del mal y el retorno a un estado de gracia. EL Evangelio nos relata aqui un exorcismo realizado por la palabra viva de nuestro Señor Jesús, al que todos oyen con autoridad.
Pero pronto advierten que ordena con autoridad al mal mismo, a los demonios que poseen a sus contemporáneos y le ordena:«Cállate, y sal de él».

Al ver que le obedecía se quedaron pasmados y concluían:«¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Es el poder del infinito bien sobre todo mal. Todo el que esté cerca a Cristo no podrá sino estar limpio y lleno de su gracia. Su conciencia lo llevara al altar del perdón, el confesionario y reconciliarse con la gloria del cielo: ¿No sabes que sois templo del Espíritu Santo?, y que la gracia de Dios habita en ti. Cuando se peca no es su gracia de Dios la que habita en ti, sino el mal que habita en el alma de cada pecador. 

Por eso ante el pecado cometido es necesario y conveniente confesarse frecuentemente, de lo contrario el mal irá creciendo en la vida de cada uno de modo indiscriminado. Normalmente el mal es sutil, que nos lleve acometer pecados de por si escandalosos, sino esos pecados aparentemente pequeños(que tanto quita al ave del alma la libertad una cadena de fierro o un hilo atado a su pata) que llegan a entibiar el alma hasta sacar a muchos del camino del apostolado.

 Confiésate y vuelve a Dios.

LA IGLESIA HOY: 
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