miércoles, 26 de agosto de 2015

"...por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad

Evangelio de hoy miercoles 26 de agosto (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».


REFLEXIÓN:

Dios es la Verdad, por tanto está lejos de toda mentira, y de quienes la promueven incluso la viven. 

Los hijos de Dios que llevan grabados su Ley no en tablones de piedra sino en el corazón, hemos de luchar por ser sinceros, íntegros, sencillos, de una sola pieza en primer lugar con Dios, luego con nosotros mismos y después con los demás.

La sinceridad y la coherencia se ha de vivir sobre todo en la Confesión. Hemos de vivir la confesión, preocupándonos por estar confesados de tal forma que la sinceridad bien vivida sea ante todo con Dios. 
Luego, el hecho de vivir preocupados por confesarse es vivir esa sinceridad no sólo con Dios; sino también con nosotros mismos.
El examen de conciencia de cada acto, sentimiento o reflexión, nos predispone a ser coherentes también con los demás.

Si vivimos la confesión, las insidias, las tentaciones, las caídas expuestas ante el confesor no es otra cosa que mostrar las heridas del alma en la batalla de la vida por el hecho mismo de ser cristiano. Que van desde asumir las propia responsabilidad, para no presumir de lo que no somos y que fácil se puede caer en apariencias. No hay mejor lucha para los cristianos que sabiéndose pecado en sí mismo acude a la confesión en medio del mundo: Si somos sinceros con Dios, lo seremos sobre todo con nosotros mismos; confesados nos mostramos sin apariencias a los demás.

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!. Jesús, quiere vida sobre todo del alma y del corazón, de fondo que es lo que no tenían los fariseos y la hipocresía que Jesús condenaba y condena.
Necesitamos ir a Dios, al mirar los trasfondos del alma y de nuestra propia vida caeremos en la cuenta que es necesario ir a la confesión. No se puede ser cristiano sin confesión. Un alma sin confesión no tiene vida, no florece, ni siembra; sino sólo desparrama. No produce frutos.

Que Dios nos conceda sobretodo ser sinceros con Dios en la raíz misma de una profunda confesión continuamente vivida por que la conversión no es de un instante sino que dura toda la vida. 


A LA LUZ DE CRISTO AMIGO
COMISIÓN DE CATEQUESIS





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